“Me llamo Mahder. Tengo 12 años y me gusta correr, jugar a voleibol y ver el programa Pop Idol. Mi padre era sastre, pero falleció hace algunos años. Cuando vivía, yo podía ir a la escuela y siempre tenía suficiente para comer. Lo pasé muy mal cuando murió. Fui a la escuela durante un mes y, cuando nos quedamos sin dinero, tuve que dejar de ir. Cuando mis amigas iban a la escuela, me pasaba el día llorando. Aparte de releer viejos libros de texto y ayudar a mi madre, no hacía mucho más. Me sentía frustrada y enfadada.
Mi madre tiene que trabajar día y noche para poder sacarnos adelante. Tiene muchos trabajos; clasifica granos de café, carga con ladrillos pesados en la obra y a veces trabaja como limpiadora. A menudo está cansada.
Mi hermano pequeño Nathaniel, que tiene 6 años, está muy enfermo. Ayudo a mi madre a cuidarlo. Me pongo triste cuando le limpiamos las llagas porque sufre mucho. Está demasiado enfermo para ir a la escuela, así que le enseño a leer y escribir. Me parece injusto que en este país no tengan todos los niños la oportunidad de ir a la escuela”
Millones de niños y niñas se ven obligados a dejar de estudiar, a menudo debido a la pobreza, antes de conseguir una educación básica.
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