miércoles, 23 de agosto de 2023

11.000 km a pie.

 

Safura: "Los talibanes nunca se fueron" 
Te voy a contar la historia de Safura.

Nació en Afganistán y creció en el seno de una familia "muy abierta", cuenta. No tenía que taparse dentro de casa, podía salir a la calle o ayudar a su madre en el campo. Sin embargo, según se iba haciendo mayor, la represión iba en aumento. 

"Los talibanes nunca se fueron, en los pueblos siempre estaban". Y cuando se casó, su vida cambió por completo. "Para hablar con mi madre necesitaba un permiso, para verla a ella y a mis hermanas podían pasar meses...". "Me sentía encarcelada", explica Safura.

Así pues, pensando en ella y en la vida de sus tres hijos - dos niñas de uno y cinco años y un niño de cuatro-, convenció a su marido del peligro que corrían. 
Vendieron todo lo que tenían y dejaron Afganistán sin que nadie supiera que querían escapar a Europa. "Creo que por eso te matan".

La falta de vías legales y seguras para solicitar asilo le forzó a emprender un violento y peligroso viaje de más de tres meses, atravesando nueve fronteras y 
recorriendo más de 11.000 kilómetros a pie con su marido y sus tres hijos pequeños. 

Cruzaron a 
Irán y siguieron rumbo a Turquía. Al llegar a la frontera y después de toda la noche caminando, al grupo con el que iban les recibieron con disparos . Corrieron como pudieron, se escondieron, estuvieron encerrados en un piso durante una semana y tras 25 días pensando cómo cruzar a Bulgaria, al final llegaron a pie.

"Tenía que caminar con mis hijos como si fueran hombres", explica. 
"Caminamos cuatro día en el bosque, dormimos en la nieve. Mis hijos estaba enfermos". Finalmente, les detuvieron y les encarcelaron; pero tras ser liberados, decidieron continuar el camino.

De 
Bulgaria a Serbia, de Serbia a Hungría, donde fueron nuevamente encarcelados, y desde ahí a Austria, Italia, Francia, hasta llegar a España"Cada frontera que pasas es como que mueres y vives otra vez".

Tras más de tres años esperando, a 
Safura por fin le reconocieron el asilo y le encanta su trabajo en las Unidades Distritales de Colaboración, un proyecto del Ayuntamiento de Madrid gestionado por CEAR.

Pero ese brillo que tiene en los ojos cuando habla de su trabajo, de la posibilidad que tiene ahora de mantener a sus hijos y de la libertad que siente aquí, se apaga cuando habla de la situación en su país. "Me da mucha tristeza", dice. 
"Me gustaría poder ayudar a las chicas de Afganistán"
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