Lo que resuena en Europa no es precisamente el sonido de llaves.
Sus puertas están cada vez más cerradas para las personas refugiadas y miles de vidas se quedan cada año en el fondo del mar. Tantas, que no se sabe exactamente cuántas son.
Porque hay pateras que naufragan y no llegan a tierra firme, personas que quedan a la deriva y mueren de hambre y sed. Hay cuerpos sin vida que nunca se encuentran e historias que nunca se cuentan. Por eso es importante hablar de ellas.
Es importante contar que miles de personas huyen cada año para ponerse a salvo, que si acaban subidas a una patera es porque no tienen una alternativa más segura para pedir refugio. Y que muchas de ellas son niñas y niños que viajan solos tratando de comenzar una nueva vida.
Así que no hay debate. No puede haberlo; porque la protección de la infancia debe estar por encima de cualquier discusión política. Pero mientras se protejan más las fronteras que las vidas, seguiremos contando muertes que podrían haberse evitado.
Por eso, en CEAR vamos a seguir luchando para rescatar los valores de Europa del fondo del mar y para que se pongan, de una vez por todas, a las personas en el centro de las políticas migratorias, y más cuando son niños y niñas. |
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