El sueño de Mamadou era ser futbolista.
Y aunque todavía era un niño cuando se subió a la patera en la que estuvo 7 días en el mar, al llegar a Tenerife, las autoridades no aceptaron su minoría de edad, a pesar de que tenía solo 15 años. Sin embargo, CEAR luchó y lo consiguió a través del Defensor del Pueblo, para que pudiera ingresar en un centro de menores, como le correspondía.
Tiempo más tarde, cuando Mamadou cumplió los 18 años, volvió a recibir la ayuda de CEAR, tanto a nivel jurídico como psicosocial. Una ayuda que, según cuenta, resultó fundamental porque le dio la protección y el ánimo que necesitaba para empezar a estudiar un curso de atención sociosanitaria.
Ahora trabaja en una residencia de mayores y como afirma, con una gran sonrisa, le "encanta trabajar con ellos [...] darles pastillas, ayudarles, cambiarles el pañal y cuidarles mucho como si fuera su hijo". Con el trabajo no puede jugar tanto al fútbol y el poco tiempo que tiene lo dedica a hablar con la familia y estudiar, porque quiere poder ayudar a su padre.
A pesar de los episodios racistas que ha sufrido, Mamadou afirma que "el racismo es una tontería, porque somos personas, somos humanos. Tú tienes huesos, yo tengo huesos; yo tengo sangre y tú tienes sangre". Así de sencillo lo ve él, porque como dice, su pensamiento es siempre avanzar: "Hay que cambiar el mundo".
En CEAR trabajamos para ello. Porque cambiarles la vida a miles de personas migrantes y refugiadas cada año, darles la protección que necesitan y que puedan tener una oportunidad de empezar de nuevo, es nuestra forma de cambiar el mundo. |
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