Como probablemente habrás visto, un terremoto de magnitud 7,7 sacudió el viernes la región central de Myanmar. Aunque las cifras no son definitivas, la magnitud e intensidad del seísmo se han cobrado la vida de al menos 1.700 personas y más de 3.400 han resultado heridas*. Por desgracia, estas cifras irán en aumento con el paso de los días.
Por el momento, hemos enviado tanto equipos médicos como expertos en agua y saneamiento a las zonas afectadas. Nuestra presencia en el país desde 1992 hace que tengamos la capacidad de responder a gran escala.
Ahora nuestra principal preocupación está en las personas que requieren atención traumatológica de urgencia y poder brindar asistencia médico-humanitaria. A esto se le suma que muchos centros sanitarios y hospitales están gravemente golpeados. También sabemos por experiencia que es vital asegurar el suministro de agua potable y así prevenir brotes de enfermedades.
El acceso a la ayuda es muy complicado porque muchas carreteras y puentes están dañados o cerrados. Aunque muchas de las imágenes que vemos muestran el impacto en las zonas urbanas, también urge evaluar el impacto en las zonas rurales; allí, las necesidades no se conocen con rapidez y la ayuda tardará en llegar.
En los próximos días, tememos que la situación sanitaria empeore aún más. Myanmar atraviesa desde hace años una guerra brutal que no ha cesado ni siquiera en las horas posteriores a la catástrofe. Este terremoto es una tragedia dentro de otra tragedia.
Si podemos estar en esta emergencia es gracias a las aportaciones regulares de nuestros socias y socios y a las donaciones puntuales al Fondo de Emergencias. Este nos permite actuar con rapidez y flexibilidad donde más se necesita, como ahora en Myanmar, Sudán y Siria.
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