sábado, 4 de abril de 2009

EL PODER DE LA PALABRA (CUENTOS) 8ª Parte

El destino
María Reyes López


Elena se despertó… se quedó mirando a su alrededor y vio sobre la mesa los montonsitos de libros y folios. Estaba estudiando desde las cinco de la tarde, miró el reloj y se dio cuenta que eran más de las cuatro de la madrugada.A Elena le flipaba la química y estaba orgullosa de tener esa gran oportunidad de poder estudiarla, pero lo que menos le gustaba era que para poder seguir estudiando tenía que irse de su localidad, haber dejado atrás a toda su familia, amigos y en especial a Karen, que era su amiga desde los tres años. Sobre todo no le gustaba vivir sola en aquel piso de alquiler. Llegó sola a Barcelona con tan solo su Renault blanco de compañía. Quiso poner un anuncio buscando compañera de piso, pero no estaba dispuesta a volver a compartir espacio con unas extrañas que no limpiaban ni hacían nada cuando les tocaba. Decidió que ya tenía mucho sueño, soltó el bolígrafo y apagó la lamparilla, dio dos pasos que eran los que la separaban de la cama y se durmió.
¡Rinng! ¡Rinng! ¡Rinng!¡Rinng!…
Elena despertó y miró el reloj. Las cinco y media de la madrugada. ¿Quién demonios estará llamando a la puerta ahora? Se preguntó sin percatarse de que estaba rodeada de los apuntes de clase.
¡Rinng! ¡Rinng!¡Rinng!...
Insistía alguien al otro lado de la puerta vieja de madera.Elena estaba empezando a sentirse furiosa y al mismo tiempo inquieta, de un salto se levantó de la cama recorrió el estrecho y largo pasillo y, de repente, se detuvo en la puerta. ¡Rinng!¡Rinng!... Seguían llamando con nerviosismo e insistencia fuera de la vivienda. Miró por la mirilla de la puerta, al otro lado había un joven de su misma edad más o menos, alto, moreno, vestía con vaqueros y un pulóver azul.
_ ¿Quién eres? ¿Qué quieres? _ Preguntó Elena.
_ Hola, Elena. Contestó el joven. Disculpa que te haya despertado, pero necesito recoger un maletín negro que dejé el curso pasado, es algo muy importante._ Perdona guapo, para empezar… ¿Se puede saber quién demonios eres, tú? ¿Por qué sabes cómo me llamo y dónde vivo? ¡Mira qué hay gente loca en el mundo! _ Me llamo Víctor. Yo ocupé este piso el curso pasado y dejé olvidada una maleta que necesito urgentemente. Se encuentra en el tercer cajón del armario amarillo._ Y si lo dejaste el curso pasado ¿no has tenido tiempo de venir a buscarlo hasta ahora?Elena no podía creer que alguien hubiese llamado a su puerta a las cinco y media de la madrugada diciendo aquella sarta de estupideces. Y desde luego, no tenía ninguna intención de abrirle la puerta a un personaje tan impresentable y descarado.
_ Mira guapo, yo no sé nada de tus terribles despistes. Así que más vale que te larges. Esta vez nadie respondió al otro lado. Elena volvió a mirar por la mirilla y allí no estaba aquel joven que le hablaba muy despacio hacía tan sólo unos segundos. Al día siguiente ocurrió exactamente lo mismo y a la misma hora. Así durante los días sucesivos. Asustada llamó a su amiga Karen. Le pidió que viniera y se quedara con ella en el piso aunque solo fuera por un día, pero que viniera pronto. Karen le dijo que sí no le importaba iría en dos días, el viernes justo después de terminar el examen de Lengua. El jueves Elena no aguantó más. Esta vez no se puso el pijama ni nada, se esperó sentada en una silla junto a la ventana. A las cinco y media de la madrugada volvió a sonar el timbre. La joven no contestó. Esperó a que se fuera y se puso a observar por la ventana a ver si veía a alguien, pero desde allí no conseguía ver bien.Se quedó pensando y recordó, lo que el chico le había dicho. Le había indicado donde se encontraba el maletín negro ¿cómo sabía él el color del armario y que éste tenía tres cajones? Ella intrigada fue a mirar, nunca había abierto ese cajón, cuando lo abrió se quedó descompuesta, pálida. El maletín negro estaba allí, intentó abrirlo pero no pudo. Decidió llamar a la señora Aurora, la mujer a la que le alquiló el piso. _ ¿Diga? Contestó al otro lado una voz cansada, quizás triste de tanto sufrimiento. _ Aurora, soy yo, Elena. Me recuerda vivo en su piso de la Calle… ¿Sabe ya quién soy? _ ¡Hola Elena!, Me escuchas, Elena, Elena, Elena ¿va todo bien? ¿Qué ocurre? _ Sí…quería preguntarle algo. ¿El año pasado alquilo el piso a un estudiante llamado Víctor?_ Sí, Víctor, un joven alto, moreno…, pero pasó algo… Aquello fue terrible._ ¿De qué me está hablando Aurora?, ¿Qué fue lo que ocurrió exactamente? _ Víctor murió en un accidente la noche que salió a celebrar el fin de curso. Su moto fue a empotrase contra un árbol. ¿Por qué lo preguntas? ¿Has encontrado algún objeto?
Pasaron las horas, Elena vestida de calle esperó sentada a que se hicieran la cinco y media. El timbre sonó, empezó a sonar una y otra vez como había ocurrido en las últimas largas y angustiosas semanas. Elena se levantó, cogió el maletín y se acercó a la puerta. _ ¿Quién es? ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué vienes cada noche? _ Hola Elena, ya sabes quien soy. Vengo a buscar el maletín negro que dejé olvidado. Elena abrió muy despacio la pesada puerta de madera como esperando una respuesta…
Unas horas más tarde su amiga Karen llegó al piso preocupada y asustada porque Elena no había contestado a ninguna de sus llamadas al móvil. Su alma quedó vacía cuando al llegar al piso vio la puerta medio abierta. Entró y buscó a Elena, pero allí no había nadie. Tampoco había signos de violencia, ni robo… Lo único que parecía fuera de lo normal era un pequeño maletín negro tirado en la entrada del piso. El diminuto y viejo maletín de piel de serpiente estaba abierto y con una foto muy borrosa. Aquella noche Karen corrió a la comisaría más cercana y denunció la desaparición de Elena. A las cinco y media de la madrugada, se recibió en la comisaría un aviso de un accidente: un Renault blanco se acababa de estrellar contra un árbol. Su único ocupante era el conductor, una chica de unos veinte años que había resultado muerta en el acto.Esa noche Elena estaba terriblemente angustiada. Al abrir la puerta con el maletín negro en la mano y no ver a nadie. Lo tiró al suelo y salió corriendo. Asustada puso en marcha su Renault, pero el destino, la velocidad y los nervios impidieron ver el árbol que estaba delante. En el que un joven de la misma edad un año antes había muerto.



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