Huyeron por “miedo”, “inseguridad”, “opresión” o “violencia” por el hecho de ser mujeres; huyeron de matrimonios forzosos, de la explotación de sus cuerpos en redes de trata o para evitar ser sometidas a la mutilación genital. Hoy, muchas mujeres refugiadas se sienten, al fin, libres y seguras, y han querido utilizar sus cuerpos -tantas veces explotados- para reclamar el fin de la violencia contra las mujeres. |
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